Ángeles Ruiz de Velasco Gálvez y Javier Abad Molina
El cuerpo no termina en la piel (Helena Almeida en “Corpus”, 2017).
El cuerpo imaginado
El proyecto Lucyandbart es la colaboración entre los artistas Lucy Mc Rae y Bart Hess. Utilizan el cuerpo como soporte, creando imágenes distorsionadas que muestran la idea de la piel como interfaz o barrera porosa entre nuestro “yo” y el mundo. Para ello, imaginan cuerpos transformados que remodelan en su forma y contorno, deformando la figura humana para no solo ofrecer una crítica a la cultura imperante del ideal de belleza, sino también una manera de jugar con la noción de cuerpo protésico, extendido o prolongado con diversos objetos que se confunden y acomodan a él (medias, globos, poliestireno, etc.) y conseguir que el cuerpo se adapte a estos objetos, convirtiéndose, a su vez, en parte de ellos.
En su proyecto artístico, la distorsión extrema y grotesca del cuerpo humano perfecto ofrece como resultado una imagen que se convierte en particular seña de identidad. Así, cuando una mayoría trata de seguir un mismo canon estético que uniforma y despersonaliza, la verdadera originalidad radica en la diferencia asociada a una marca personal que convierte “lo deforme” en atracción visual inevitable, algo excepcional que se rebela de las leyes marcadas por el orden de la naturaleza y la razón. Su mensaje anima a aceptarnos a pesar de los defectos y a gustarnos por tenerlos: “Quiérete tal cual eres y enaltece tus defectos para que parezca que forman parte de tu encanto, pues, de hecho, realmente lo son”.
Desarrollo de la dinámica
Compartimos pues esta propuesta con diferentes colectivos docentes y ámbitos formativos para jugar a distorsionar el cuerpo mediante “anatomías transitorias” que pretenden crear una reflexión sobre esa identidad narrativa que está también construida desde el humor como una constante reinterpretación del yo en otros. Es decir, ser conscientes del “nosotros” auténtico que conforma nuestra imagen social (apariencia, representación o virtualidad que no es real) y que a veces es más visible que el propio cuerpo. Y en esa imagen-espejo, se refleja el colectivo.
Para ello, se ofrece a los participantes un sencillo material: medias elásticas y globos de colores (este último objeto no es recomendable para ser usado en el aula, pero si puede ser interesante para realizar esta dinámica). Cada persona modela ahora su cuerpo con esas “prolongaciones” o anexos, introduciendo con cuidado los globos dentro de las medias y adaptando el volumen de aire a la cabeza, brazos, piernas o totalidad corporal como se muestra en las imágenes.
El resultado de la acción va más allá del disfraz casual o la transformación lúdica del cuerpo para realizar un evento o taller. Pretende sugerir una reflexión desde la experiencia de ser otro-yo-cuerpo como ejercicio de extrañamiento que sale de lo habitual y tomar así conciencia de ser lugar de acogida como poderoso (y sensible al mismo tiempo) transmisor de cultura y afectos. La multiplicidad de significados elaborados desde ese cuerpo (docente) es más que un préstamo de la biología para convertirse en metáfora de un juego que invita a pensar “quién soy” y actuar en el “quién quiero ser” pues construir es construirse (y viceversa).
El espacio y la prolongación del objeto
Una vez realizada la transformación individual de nuestra apariencia y con el mismo material, es posible crear un lugar de encuentro y experiencia a partir de la obra de otra artista referente: Irene Antón. Con la colaboración de elementos estables (sillas, mesas u otro mobiliario) en el que anclar o atar las “extensiones” flexibles llenas de globos inflados, se construye colectivamente una instalación o arquitectura efímera que ocupa el espacio central del aula o sala de reuniones.
En este nuevo escenario de conexiones y distensiones, sucede la conversación que propicia un ambiente diferente por sus connotaciones a través de unos objetos investidos o significados por el colectivo como prolongación ahora de las ideas proyectadas en el espacio común. La simbología de éste, representa la convocatoria inclusiva y el sentido comunitario transformado en “cuerpo” que también precisa de la aceptación de sus virtudes y defectos desde la diversidad cognitiva y emocional. Las normas y el orden social que es impuesto por las convecciones educativas de cualquier entorno de enseñanza-aprendizaje, se diluyen en el sentido lúdico que incorpora (“en-el-cuerpo”) una necesaria pulsión.
Integrando ese espíritu del juego como manifiesto común por una ludificación de la sociedad y educación actual, se reclama su refundación desde el principio del placer que todo agente activo (ya sea niño o adulto), acepta con el compromiso de no solo hacer o tener, sino de compartir una “narración de narraciones” que comienza por ser un yo-cuerpo, aceptado en su singularidad, y se extiende por un cuerpo-nosotros en el que habita la imagen real de toda esperanza posible.
Este artículo fue publicado en la revista Aula de Infantil, nº 102, noviembre 2019.