Ángeles Ruiz de Velasco Gálvez y Javier Abad Molina

Las acciones solo tienen significado con relación a lugares particulares (Norberg-Shulz).

Yo soy el espacio en el que estoy (Noël Arnaud).

Fotos: Javier Abad y estudiantes de Educación del CSEU La Salle

El significado social del espacio

En los centros educativos (y en todos los espacios vitales), habitamos cotidianamente lugares de proximidad y tránsito. Sin darnos cuenta, significamos o hacemos especial memoria de un sitio determinado cuando nos hemos encontrado allí con alguien o algo importante nos ha ocurrido. Desde ese instante, ya no será más el mismo espacio y nuestra experiencia de lugar determinará su recuerdo. Es decir, tomamos conciencia de la presencia (o ausencia) de los espacios educativos por el significado social que poseen en relación a los diferentes sucesos que invitan y permiten la acogida, el intercambio o la conexión con otras personas de nuestro entorno afectivo.

Mostramos ahora narrativas de esa proximidad expresadas a través del cuerpo, el espacio y los objetos relacionales mediante la elección de lugares en el centro educativo que son investidos por la vivencia de ese encuentro con otros o con nosotros mismos. Para ello, se propone a los “habitantes” que tomen conciencia de su tránsito o recorrido por estos espacios y del sentido comunitario que poseen para resignificarlos, de manera simbólica, a través de una fotografía. Es decir, debe estar presente (o ausente) la acción del cuerpo en ese lugar importante para la convivencia del día a día, con la colaboración de objetos mediadores o relacionales, para hacer visible el recuerdo compartido. Es también una forma de comprender que la dimensión social de la educación es construida espacialmente para mejorar la calidad de las relaciones humanas, pues los lugares “nos hacen, más que nos nacen”. O, expresado de otra manera, estamos hechos de los lugares que hemos vivido con otros y podemos recordar.

Cuerpo social y espacio vivencial

Utilizando la imagen, como testimonio de ese vínculo establecido a través del tiempo y que explora las posibles dualidades de las relaciones humanas, los participantes expresan la escenificación de la proxemia mediante metáforas del cuerpo-casa comolugar de acogida.  Un sencillo“homenaje” al encuentro en el mismo sitio que ocurrió un hecho extraordinario y que expresa las múltiples y subjetivas maneras de manifestar las conexiones entre las personas y el ambiente para pertenecer, poseer, transformar, proyectar e incluso, transgredir. Así, el espacio soy yo y otros que han sido y son conmigo en ese mismo espacio.

Se eligió para ello, por ejemplo, la esquina de un edificio en el centro universitario como lugar simbólico que permitía la comunicación o la incomunicación al mismo tiempo (ya que existe el tacto sin la mirada) para manifestar una amistad en construcción o su recuerdo. O un camino de ida y vuelta en el que detenerse, mirarse y ofrecer el permiso del paso que avanza y también el que retrocede para acoger la complementariedad y la diferencia. O también el ámbito del abrazo para expresar la comunicación y el transvase de historias compartidas, aunque exista de por medio un objeto relacional (el plástico de burbujas) que expresa simbólicamente la envoltura de nuestra frágil corporeidad y, al mismo tiempo, el inmenso valor del cuerpo social en relación.

Los objetos relacionales

Son objetos que pueden expresar diferentes significados mediante la experiencia sensorial que creamos y rememoramos a través de ellos. Es decir, las vivencias obtenidas a través del contacto del cuerpo con estos objetos y las imágenes sensoriales que (re)aparecen, permiten hacer surgir la memoria de hechos, pensamientos o sensaciones que el lenguaje verbal no consigue expresar en su totalidad. Así, las historias que habitan nuestro imaginario personal se actualizan cada vez que los objetos relacionales evocan estas percepciones en lo profundo.

Los objetos relacionales colaboran pues en estas experiencias de proximidad a través de su textura, peso, tamaño, temperatura y contrastes como lleno-vacío, visible-invisible, dentro-fuera, etc. Así pues, en las diferentes acciones simbólicas se manifiesta también la mediación de estos objetos para realizar experiencias perceptivas, sensoriales y relacionales, como en la acción descrita (el plástico de embalar posee cualidades como transparencia, ligereza y sonoridad). O también el uso de telas como envoltura corporal (metáforas de la otra piel, la placenta o la crisálida) para expresar la protección, introspección y aceptación por parte del grupo a través de una dinámica de juego performativo.

Además de la vivencia sensorial o relacional que ofrecen estos objetos, en otra imagen simbólica se expresa también la transferencia de la cultura o el “peso” del conocimiento, en la propia experiencia de vida del estudiante, mediante un vestido de libros sobre el soporte del cuerpo extendido en el espacio de la biblioteca. Desplazamiento simbólico que transforma el sentido y función social de cualquier lugar del centro educativo para la construcción de un “cuerpo social” que nos permite ser más conscientes de quienes somos en nuestra proximidad.

Fotos: Javier Abad y estudiantes CSEU La Salle

Este artículo fue publicado en la revista Aula de Infantil, nª 95, julio 2018.

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