
Javier Abad y Ángeles Ruiz de Velasco (2021)

Este verano pasamos varios días en Huesca, ciudad pequeña que siempre nos sorprende por diferentes motivos y en esta ocasión redescubrimos la historia de Ramón Acín en el Museo Pedagógico de Aragón, inaugurado en el año 2006 y cuya visita es obligada para todas las personas con vocación pedagógica que entienden que la educación es un relato transformador con raíces en el pasado y alas en el presente y futuro de toda comunidad.
Museo Pedag?gico de Arag?n (museopedagogicodearagon.com)
Ramón Acín Aquilué (1888-1936) fue un artista oscense de las vanguardias que cultivó la escultura, el dibujo y la pintura. Fue también padre, maestro, periodista y pedagogo libertario. Militante anarquista, tras ser exiliado, murió fusilado al principio de la Guerra Civil. Ramón Acín, años después de su muerte, fue exhumado de una fosa común y su cuerpo fue reconocido por los lápices de colores que tenía todavía en la camisa que vestía cuando fue detenido. Y todavía hoy se depositan lápices en su tumba del cementerio de Huesca para impedir que se borre su recuerdo y el de su mujer, Conchita Monrás, fusilada también por el solo motivo de ser mujer culta y su compañera de vida.
Sus dos hijas huérfanas, Sol y Katia se criaron con unos tíos y veneraron el recuerdo de sus padres. Katia, la mayor, se casó con el hijo de una familia del otro bando en el conflicto que era secretario del Ayuntamiento de Huesca y que, muchos años después, logró abrir la fosa común de sus suegros y recuperar así sus restos. Conchita y Ramón son objeto hoy de numerosos libros, estudios y homenajes, así como dan nombre a colegios, calles y becas. Un recuerdo imborrable de su gran labor pedagógica que se resume en estas ideas:
“El canto de la libertad es lo que cantan los niños al salir de la escuela. Hay que sacar la escuela al bosque, al jardín, al huerto y pegar fuego a esas escuelas pocilgas memorísticas y rutinarias de los mapas con sus océanos colgados en la pared y su Cristo difunto. A los niños no se les pega ni con una flor. Hay que llevar a la escuela: belleza, alegría y salud”. (Ramón Acín, “Florecicas”.Solidaridad Obrera.Barcelona, 1923).





Las Pajaritas, símbolo de Huesca.
Ramón Acín diseñó el paseo de Las Pajaritas en el parque Miguel Servet, en el centro de la ciudad y creó la escultura con el mismo nombre como una alegoría de la infancia que, tras más de 80 años embelleciendo el parque, son hoy uno de los emblemas de la ciudad (existe una réplica de este mismo monumento en Barcelona). El paseo que conduce al conjunto escultórico posee dos hileras de frondosos árboles y unos bancos de madera con el símbolo en su respaldo. Todo el conjunto, nos invita al juego y a la conversación.



Las Pajaritas (1928-1929)
“Desde mi infancia, este monumento ha permanecido en la memoria como un símbolo de mi ciudad natal, como un espacio feliz y central cuyo recuerdo se impregnó más tarde, en el conocimiento de la historia, de un contenido trágico”. Antonio Saura (pintor y escritor oscense, 1930-1998).
Dos pajaritas, una frente a otra, muy próximas, realizadas en chapa de hierro recortada y doblada, siguiendo la técnica de la papiroflexia, cuyas dobleces quedan reflejadas en planos geométricos con sentido cubista. Ramón Acín las concibió y destinó a las niñas y niños de la ciudad como aves protectoras de sus juegos y las trasladó a escala mayor para un monumento escultórico, encargo del Ayuntamiento Oscense en 1929. “Las Pajaritas” es el monumento más conocido de Ramón Acín y cuando el autor supo de la intención de construir un parque, escribió lo siguiente: «Las aguas, las escuelas, los árboles. He aquí los tres problemas capitales de la ciudad. Todo para los niños, la higiene, la cultura, la alegría y la salud. Los niños son la única esperanza de un mañana mejor». Las Pajaritas sobrevivieron a la guerra y la dictadura y hoy siguen allí presentes para disfrute de todos.
Esta es la historia de un monumento que nos recuerda que es posible romper los barrotes y volar, incluso las aves con alas de papel. Las pajaritas son, hoy en día, un icono de la vida y obra de Ramón Acín, no solo por este monumento que es seña de identidad de la ciudad de Huesca, pues adelantándose a su época, es acaso la primera escultura que puede inscribirse en el minimalismo ya que fue proyectada en sus años como profesor de dibujo de la Escuela de Magisterio de Huesca desde 1920. Se cuenta la historia de que liberó el pájaro de una jaula y puso en su lugar una pajarita de papel murmurando: “para no ser el carcelero de nadie”. Seguro que en nuestra próxima visita a Huesca regresaremos al espíritu de la infancia que en este lugar pervive siempre en Las Pajaritas.
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