Ángeles Ruiz de Velasco Gálvez y Javier Abad Molina
La escuela es el único nosotros intelectual y espacial en el que el yo tiene la oportunidad de transformarse en un relato humano (Santiago Alba Rico).
Mapas de la memoria colectiva
El ser humano siempre ha necesitado “domesticar el espacio” representando el mundo en un objeto que debía caber en la palma de su mano. De esa manera, el lugar habitado dejaba de ser el único posible para transformarse en una parte más del mundo (re)construido en su imaginario mediante el trazado de un mapa. Así, la expresión metafórica de “el mundo es un pañuelo” se convertía en realidad material pues mappa, en su etimología latina, también significa “trozo de tela doblado”. El mapa seguía sin ser el territorio, pero era lo que más se le parecía.
A partir de esta idea, concebimos los objetos como representación simbólica de cada uno de nosotros ya que colaboran en la elaboración de ese mapa de la identidad al ser portadores de significados que nos explican en la individualidad. Es decir, objetos-sujetos que revelan la idea del “sí mismo” y describen el trazado de los recorridos de nuestra geografía emocional en relación, pues para definir el lugar que nos es propio, siempre es necesario interactuar con el entorno social.
Se añade así la noción de identidad relacional que posibilita la manera de materializar las uniones o correspondencias con las imágenes identitarias de otros para que, como en un boceto de mundos posibles, los objetos contenidos en una mano no sean representaciones aisladas sino en conexión con la etnografía cultural de la comunidad para el desarrollo del sentido de pertenencia que reconoce la identidad personal y social. Por todo ello, el entramado de objetos y sujetos relacionados entre sí, dibuja el mapa de la memoria colectiva.
La metáfora del pronombre: cuerpo-objeto-palabra
El pronombre colectivo se puede construir mediante la representación metafórica de la comunidad a través de esta triada:
. La imagen de la mano como expresión del “yo-cuerpo”, puede ser el lugar en el que se inscribe (y escribe) lo que hacemos y, por lo tanto, quienes somos. La palma abierta significa presentar, mostrar o dar, pero también recibir (connotaciones de la caricia, el saludo y la ofrenda). Coordenadas impresas en las líneas de la vida que recorren nuestras manos como memoria activa y sensorial del pasado, del presente y también del devenir para la continuidad del yo en el nosotros.
. Un objeto-memoria como elemento narrativo o extensión del pensamiento para la evocación de un recuerdo, una emoción, un compromiso, un proyecto o un vínculo afectivo (lugar, persona o experiencia) que nos une a la trama de la vida mediante hilos invisibles. Así, los objetos autobiográficos permiten rehacer o reconstruir el camino de lo pensado, sentido o habitado. Los objetos relacionales son pues, micro-relatos investidos de identidad y portadores de posibilidad e intenciones como “redes de sentido”, más allá de su función y aspecto formal.
. Una palabra que defina el significado de nuestras relaciones a través de los objetos y explique nuestro ser en relación. La palabra expande la metáfora del pronombre al expresar un deseo, un anhelo o una idea. De esta manera, la palabra como signo gráfico se convierte en imagen identitaria (el texto-imagen o la imagen como texto construyen también la metáfora visual).
Relato del cruce de biografías
Para representar simbólicamente el entramado de la memoria colectiva a través de la metáfora del cuerpo, el objeto y la palabra, se solicita a los participantes que aporten la imagen de su palma abierta a tamaño real (fotografía, escaneado o dibujo) conteniendo un objeto personal muy preciado que posea una historia para compartir con otros y quepa en el “mapa” de la mano. Y, por último, se propone la elección de una palabra clave que contribuya a la triada como unidad de significado y aportación textual (escrita directamente de “puño y letra”, es decir, con la propia caligrafía como seña identitaria o también impresa y después recortada y pegada para situarla en la composición colectiva).
Los participantes, antes de construir gráficamente el panel o mural del imaginario compartido, comentan en pequeño grupo el significado del objeto y el sentido de la palabra. Después, para unir cada relato personal en un todo, se pueden utilizar hilos, cuerdas o cintas que representen la conexión entre las diferentes historias que posibilitan el trayecto “del yo al nosotros” como singular acontecimiento.
La imagen final, como cartografía colectiva del viaje de la vida, se basa en valores compartidos de diálogo, escucha, aceptación del otro, tolerancia y respeto que traspasan el espacio gráfico y se proyectan en el espacio relacional del aula, la escuela o la institución académica. Así, la identidad relacional, individual y comunitaria, será visible a través del cruce de biografías que constituye la materia prima de nuestro relato común: eco del pasado, interpretación del presente y conciencia del futuro.
Este artículo fue publicado en la revista Aula de Infantil, nª 94, marzo 2018.